Una crisis sanitaria sin precedentes

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Actualmente, el mundo está conociendo una crisis sin precedentes. El Covid-19 se propaga rápidamente por la tierra entera: desde el 13 de enero 2020, un total de 266 566 casos han sido contabilizados, 80 967 de ellos en China, 47 021 en Italia y 12 612 en Francia. El número de fallecidos aumenta día tras día, superando 11 110 fallecidos el 20 de marzo 2020.
Mientras observaba de lejos y con desprecio cómo China se confinaba, edificaba nuevos hospitales, realizaba detecciones sistemáticas, el occidente no reaccionó, seguro de sí mismo.
A partir de ahora, Europa es el epicentro de la pandemia y en Italia, el número de fallecidos supera el de China.

Un virus, una pandemia, tienen causas sistémicas. Se deben en parte a la organización económica del mundo. Las grandes epidemias de la Edad Media ya seguían las rutas comerciales, las rutas de las dos Indias. La codicia de algunos comerciantes que habían corrompido a los oficiales encargados de la cuarentena, permitió la propagación del cólera por Marsella en 1720. Hoy día, las causas de esa pandemia ya son bien conocidas, aún antes de que alcance su pico: una aceleración de la movilidad que la difunde casi de inmediato, las condiciones de la mundialización que han hecho las sociedades más interdependientes. La contradicción capitalista, como ya nos decía Marx, se debe al hecho de que hay una socialización de la producción, pero una privatización de los beneficios. Nos consta ahora más que nunca. La gran mudanza del mundo aumenta la dependencia de los pueblos, mientras que las ganancias se concentran en una parte cada vez más restringida de oligarcas, los únicos que tienen los medios para escapar de los peligros de su modelo.

Las decisiones económicas de la mundialización feliz se chocan contra el principio de realidad: deslocalizar las industrias farmacéuticas, la producción de máscaras en el fin del mundo vuelve imposible cualquier respuesta adaptada en situación de crisis global. El sindicato de la CGT (Confederación General del Trabajo) propone la nacionalización de la planta Luxfer en Clermont-Ferrand, la cual, antes de ser cerrada, era la única planta en Europa que fabricara botellas de oxígeno médico, y que pudiera permitir la constitución de reservas para proveer, no solo a Francia, sino a toda Europa. Una planta bretona de fabricación de máscaras quirúrgicas fue trasladada a Túnez: así que la escasez golpea Francia en el peor momento.

La otra causa viene del debilitamiento de la biodiversidad. Actualmente, el 60% de enfermedades infecciosas viene de una contaminación del animal al ser humano. La expansión de la agricultura hace más frecuentes los contactos entre animales domésticos y animales salvajes, y por consiguiente el contacto con los seres humanos. La multiplicación de pesticidas y antibióticos altera la respuesta inmunitaria natural. Así que los buitres, que desempeñaban el papel de carroñeros en India mueren por millones, reemplazados por ratas y perros callejeros, vectores de transmisión de la rabia.
Hoy día, estamos frente a nuestras responsabilidades debido al debilitamiento del ecosistema que el capitalismo ha acelerado.

Desde el 17 de marzo 2020, se nos exhorta a mantenernos confinados a pesar de las órdenes contradictorias del gobierno francés: quedarse en casa para contener la pandemia y al mismo tiempo, ir a su lugar de trabajo cuando el teletrabajo es imposible. Muchos trabajadores siguen yendo al trabajo (en el sector de la construcción entre otros), aunque no es necesario en este periodo. Mientras tanto en Lombardía, la zona más industrializada de Italia, las plantas han seguido funcionando a pesar de la propagación del Covid-19.
Así que miles de personas seguían estando en contacto y difundiendo la enfermedad, con el único objetivo de hacer funcionar la economía: para proteger tanto a las trabajadoras y trabajadores como la población entera, los sindicalistas se han movilizado mediante huelgas, para obtener el cierre de las plantas cuya producción no era indispensable. También han obtenido la reintegración de aquellas y aquellos quienes habían sido despedidos durante este periodo.
Parece incoherente exhortar a la población a acudir al trabajo, si debe confinarse al mismo tiempo para protegerse a sí mismo y a los demás.

En esta crisis, hacemos frente a la irresponsabilidad del gobierno francés, aunque este estaba informado desde el mes de enero y no supo  reaccionar, como lo muestra el testimonio de Agnès Buzyn, publicado en el periódico Le Monde el 17 de marzo 2020. La falta de mascarillas y la suspensión de la detección sistemática de los pacientes muestran que el gobierno no se dio cuenta de la gravedad de lo que iba a producirse. Ya que, reconociendo la incapacidad francesa de implementar un sistema como el de los coreanos, o sea la sistematización de detecciones y el confinamiento de los enfermos únicamente, Olivier Véran muestra el retraso de Francia en el área de la salud. Al no tener pruebas disponibles en cantidad suficiente, el gobierno se ve obligado a confinar a la población entera con el riesgo de traumatizarla a la vez social, psicológica y económicamente. El confinamiento total de la población es por lo tanto resultado directo de su falta de preparación.
A ello se añaden años de recortes presupuestarios, servicios de urgencias ya saturados antes del desarrollo del Covid-19 y la falta de financiamiento de los hospitales públicos que, si hubieran estado saludables, habrían podido permitir  gestionar la crisis con más facilidad.

Por otra parte, para facilitar el acceso a los hospitales a los enfermos graves, se han cancelado ciertas intervenciones y se han reservado los quirófanos en detrimento de algunas acciones médicas importantes. En este periodo de confinamiento, el Parti de Gauche apoya a las asociaciones feministas para pedir una prórroga de 12 a 14 semanas para el aborto: la saturación de los hospitales, la supresión de algunas operaciones quirúrgicas, la falta de mascarillas en los servicios de planificación familiar y el miedo a contaminarse al acudir a los centros médicos, hacen pensar que es necesario recordar que los derechos de las mujeres son a menudo olvidados en los periodos de crisis. De igual forma, la crisis sanitaria aumenta el peligro para mujeres y niños víctimas de violencia: estar confinado con una persona violenta aumenta considerablemente el riesgo de ser víctima. El gobierno debe tratar este problema como un desafío de salud pública de primer plano e implementar un plan de urgencia, siguiendo el ejemplo español, para proteger mujeres víctimas y prevenir el aumento de las violencias debidas al confinamiento.

El mantenimiento de las elecciones municipales con todos los contactos humanos que implican es la prueba de su inconsecuencia. Mantener la campaña electoral, aunque el gobierno conocía los riegos, constituye una consciente puesta en peligro de la totalidad de los ciudadanos.
Este episodio ilustra a la perfección el comportamiento esquizofrénico de los responsables políticos: por un lado, quedar confinado para evitar la propagación del virus, por otro lado, ir a votar para realizar su deber de ciudadano. Un dilema al que tuvieron que responder decenas de miles de electores.

En plena epidemia del Coronavirus, el gobierno decidió mantener pese a todo la primera vuelta de las elecciones municipales el pasado 15 de marzo. El contexto era por lo menos confuso, incluso peligroso. ¿Acaso no había decidido el gobierno algunas horas antes cerrar los lugares públicos y de socialización, tras haber decidido dos días antes cerrar los centros escolares?
Frente a esta confusión y al peligro potencial, la abstención alcanzó un nivel muy importante.

El gobierno acaba de decidir postergar al 15 de mayo la reunión de los consejos municipales que resultan de las victorias de la primera vuelta. Quiere posponer la segunda vuelta para las otras ciudades dentro de tres meses como máximo. Ahora, planea un endurecimiento y una prolongación del confinamiento.

Podemos preguntarnos sobre la continuidad y la igualdad republicana entre dos vueltas tan espaciadas, tan diferentes, desde el punto de vista de la serenidad del cuerpo electoral, de las condiciones humanas, materiales y psicológicas de nuestros conciudadanos. Además, una elección no se limita al acto de votar. Es un proceso democrático posterior precedido por una campaña que lleva proyectos de vida para una colectividad. No es razonable pensar organizar una segunda vuelta poniendo “entre paréntesis” un periodo que ha cambiado profundamente el mundo.
Ante esta distorsión, ante la crisis y la inestabilidad sanitaria, sería ciertamente más prudente y coherente posponer o cancelar los sufragios donde no hubo mayoría absoluta a la primera vuelta. Nuestra república, nuestra relación ciudadana y la legitimidad de los representantes electos quedarían fortalecidas por ello.

El lunes 16 de marzo, Emmanuel Macron describió una situación de “guerra” en un discurso poco comprensible mientras se tardaba en implementar los recursos contra esta enfermedad agresiva que convoca a los médicos, las enfermeras, la policía, el ejército, los municipios: el servicio público. De “guerra” no se trata, ya que es una enfermedad que se propaga y el fruto de la inconsecuencia de la acción humana (amontonamiento de animales, globalización…) y no una lucha armada entre estados. Este abuso de lenguaje constituye una estrategia de comunicación de Emmanuel Macron con el fin de presentarse como jefe incontestable, con plenos poderes, quien debe combatir un mal que ataca el país y de esta manera, hacer crecer su índice de aprobación.

Desde el principio de esta semana, plantas locales (Tuffery, 1083…) convierten su producción textil en producción de mascarillas para paliar la falta de éstas. Este periodo durante el cual millones de personas van a ser confinadas puede ser la oportunidad de cuidar a sus prójimos y de volver a aprender el sentido de la solidaridad.
Hoy día, los primeros que sufren y contraen el Covid-19 no solo son los trabajadores cuya producción no es necesaria, sino también las personas sin hogar. Las medidas implementadas para esas mujeres y esos hombres que viven en la calle, a veces aglutinados como por ejemplo en los campos de migrantes en la Porte de la Chapelle en París, siguen siendo insuficientes (insuficientes gimnasios y hoteles requisado). Estas personas son llevada por patrullas de policía porque no tienen el certificado de desplazamiento derogatorio.
Sin embargo, la requisición de edificios desocupados, de alojamiento turístico, con el fin de poder alojar a esas primeras víctimas de la crisis sanitaria y económica sería una solución que permitiría un confinamiento en las mejores condiciones posibles. Tanto para su salud como para la de la población.

En estos momentos difíciles, cada uno debe quedarse en casa y respetar las medidas para evitar toda transmisión adicional y facilitar el trabajo de los agentes del estado, particularmente del personal sanitario, pero también seguir siendo vigilante sobre las medidas económicas tomadas por el gobierno.

El periodo que estamos viviendo muestra la importancia del servicio público y en particular del mundo del hospital y de la investigación, movilizados desde hace un año contra la destrucción de la salud pública y en favor del aumento de sus recursos. Durante su discurso, Macron parece cambiar de opinión llamando al “Estado providencia” y agradeciendo a los funcionarios movilizados que están en primera línea para luchar contra la enfermedad. Se lanza así en una batalla de comunicación, como cuando evoca el tema de la nacionalización que al final no desarrolla concretamente en ningún momento. Emmanuel Macron y el gobierno llevan un doble discurso que pretende ser reconfortante tanto social como económicamente (protegiendo a la población y enviando a una misión peligrosa a aquellos que mantengan la economía del país) pero que, finalmente, actúa fuera de toda lógica.

Aunque los estados se enfrentan a una crisis sanitaria comparable a la pandemia de gripe de 1918, las medidas adoptadas señalan una construcción política que muestra sus límites: la Unión Europea. Ya que, progresivamente, las fronteras se han reinstalado incluso dentro del espacio Schengen a iniciativa de Alemania. El límite del 3% de déficit sobre al que los estados se han comprometido con el pacto de estabilidad también está puesto en entredicho. La Unión Europea que hemos conocido, indudablemente ya no será la misma después del Covid-19, porque todas las medidas implementadas, para una supuesta cooperación europea, desaparecerán por decisiones unilaterales.

Esta crisis es acentuada por una crisis financiera (que no está únicamente relacionada al Covid-19). Una vez más, en lugar de cerrar las bolsas para evitar una catástrofe económica, los estados las mantienen a riesgo de tener que recurrir luego a fondos públicos. Aunque estas últimas semanas han demostrado la necesidad de dar el poder a los trabajadores (con la autoorganización de pequeñas empresas para proveer mascarillas, los obreros italianos que están en huelga para obtener el cierre de sus plantas), el Senado, para poder “salvar” la economía y las finanzas del país, aprovecha la estupefacción actual para imponer textos que ponen fin al límite de tiempo de trabajo semanal de 35 horas y autorizan a las empresas a obligar a sus empleados a tomar ahora sus vacaciones. No se estipula el periodo durante el cual estarán vigentes les medidas, ni aparece fecha final. Sin embargo, estos derechos adquiridos por la lucha de los trabajadores no pueden ser cuestionados en favor de una carrera a la revitalización económica. Habría impactos catastróficos, de largo plazo, sobre el derecho laboral ya ampliamente degradado sin poder compensar las decisiones políticas que han puesto el país a baja velocidad durante varias semanas.

Este estado social que permite hoy día que funcionen los servicios públicos. Tenemos que conservarlo luchando por la solidaridad y por mantener nuestros derechos. Es necesario adoptar una política de inversión lógica y estratégica para los hospitales y la investigación, de darles los medios para reaccionar a la crisis contratando, aumentando los sueldos, no solo a la hora de enfrentarse a una crisis, y también darles los medios democráticos de organización interna.

El ecosocialismo para el bien común

Las causas medioambientales de la crisis han sido recordadas más arriba. Se trata de otra crisis del Antropoceno. La organización económica del mundo hace las sociedades más interdependientes mutuamente, pero también más sensibles a las perturbaciones del equilibrio complejo. Esperemos que una vez la crisis pasada, no nos impongan de inmediato una vuelta a los mantras de la economía globalizada: “crecimiento”, “apertura”, “circulación”, “desregulación” bajo pretexto de estimular la economía. El ecosocialismo es la solución en este caso. Se trata de promover una transición ecológica, tomando en cuenta las realidades medioambientales y sociales. Nuestras respuestas son las que podrán volver a crear coherencia. La regla verde y el bien común son indisociables.

Frente a la gran mudanza mundial, ecológicamente absurda y peligrosa en periodo de crisis, la única opción para el futuro es la relocalización. La multiplicación de los circuitos cortos permite disminuir la carga medioambiental y las reconversiones económicas limpias permiten generar empleos para todos en zonas de vida de dimensiones más humanas. De esta manera, es necesario invertir de nuevo masivamente en el sector público. Habrá que salvar en integralidad la sanidad pública, que necesitará más que los comentarios emocionados de gobierno sobre los aplausos. Los empleados, los colectivos de urgencias tienen soluciones. Lo expresan durante sus movilizaciones desde hace unos meses, solo se trata de darles los medios de ejercer sus profesiones.
El ecosocialismo obviamente no es un aislamiento. Llama a una planificación y una solidaridad internacional para hacer frente a la meta de la reestructuración económica. Por eso, celebraremos nuestro congreso internacional del ecosocialismo al final de esta crisis.

Para concluir…

Nadie sabe cuánto tiempo va a durar este periodo de confinamiento. De momento, debemos respetar el llamamiento del cuerpo médico. ¡Quédense en casa! Una vez más, les comunicamos nuestros mejores deseos durante este periodo.

Sin embargo, no interrumpamos nuestros contactos. Tomen el tiempo de tomar noticias de compañeros – Las nuevas tecnologías cambian ahí, las relaciones que teníamos en caso de crisis.

No silenciemos la solidaridad en nombre del confinamiento. Las asociaciones humanitarias todavía nos necesitan, podemos ayudarlas, en varios contextos, en el respeto de las reglas sanitarias.

Pero tenemos también el deber de llevar una batalla cultural y política. Nuestros diputados, en el parlamento, piden que el control de la crisis sanitaria no sirva de pretexto a una nueva doctrina del shock. Los derechos sociales, los derechos de los trabajadores no deben ser sacrificados en nombre de la productividad. La France Insoumise propuso 11 medidas de urgencia, hay que difundirlas.

Transmitan también sobre las redes sociales, a sus contactos, las llamadas del personal médico que recuerdan las luchas y de los rechazos que han sufrido estos últimos meses. Hay que repetir uno y otra vez que la pandemia señala una crisis del sistema. El mundo de mañana no saldrá ileso de todo aquello, nos toca reconstruirlo en el interés común.

¡Cuídense!

Traducido por Alice Carette y Cyril Rocquet

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